Un día te levantas por la mañana y notas algo extraño. No sabes muy bien qué pasa, pero tu cuerpo no responde como debería, notas cansancio, ves cosas en tu habitación que sabes que no pueden estar ahí, no puedes dejar de decir lo que piensas aunque sepas que está mal…Sabes que algo raro pasa, así que decides ir al médico.

Tras hacerte unas preguntas, pasamos a las pruebas. Análisis, resonancias, escáneres, test, muchas agujas y máquinas analizan tu estado mientras tú sigues sin saber qué pasa.

Llega el día del diagnóstico. Tienes las emociones a flor de piel. A estas alturas no sabes si es mejor o peor saber lo que te pasa y, cuando llegas a consulta, oyes un: «blablablabla». Una palabra que tal vez hayas oído antes y que tranquiliza al personal sanitario pero tú sigues sin saber muy bien qué significa. Te han puesto una etiqueta que no entiendes ¿ahora qué?

Sabemos que los diagnósticos crónicos, tanto de enfermedades médicas como mentales, suelen generar malestar e incertidumbre. En este artículo os hablo de qué cosas pueden ayudar a «digerir» ese diagnóstico, tanto si te lo han dado a ti, como si se lo han dado a alguien a quien aprecias.

Como un jarro de agua fría
Una noticia de este tipo se relaciona con un gran impacto emocional. Cuando tu diagnóstico es crónico, lo primero que suele pasar es…nada. En un primero momento, lo único que vemos es desconcierto ¿qué significa? ¿qué va a pasar? ¿por qué a mí? ¿qué hago? No puede ser. Este bloqueo inicial es muy importante porque nos ayuda a elaborar lo que nos han dicho. Surgen muchas preguntas para las que no tenemos respuesta.
Mi recomendación es que apuntes todas esas preguntas que te vienen a la cabeza para poder preguntarlas la próxima vez que vayas a ver a tu médico/a.

Aceptación
Al recibir la noticia, es fácil que sientas que se han confundido o que eso no es lo que te pasa. Si lo necesitas, tienes derecho a pedir una segunda opinión (siempre de profesionales cualificados).
Que neguemos la existencia de algo no va a hacer que deje de existir. Si tras un tiempo no eres capaz de aceptar el diagnóstico, consulta con profesionales de la salud mental. Estas reacciones son normales, pero tras un choque inicial, debemos ir asumiendo lo que nos pasa poco a poco.

La información es poder
Tras recibir el diagnóstico, toca informarse. Aquí es importante tener en cuenta las fuentes de información que usamos. Google es una herramienta útil, pero hay que usarla con cuidado. La primera persona a la que debes recurrir para obtener respuestas, es la persona que te ha dado el diagnóstico. Pide una segunda, tercera, cuarta cita con tu médico/a que te ayude a resolver tus dudas. Si no es posible y quieres usar Internet, busca fuentes oficiales. Hay asociaciones y grupos que estarán encantados de ayudarte a resolver dudas, asegúrate de que quienes los llevan son personas cualificadas para ese puesto.

Te recomiendo que obtengas información sobre tus síntomas, qué son y cómo tratarlos. Posibles tratamientos disponibles (que estén siempre validados) y pronóstico de tu enfermedad.
Cuanta más información tengas, mejor entenderás el por qué de tu tratamiento. Sabrás para qué es cada fármaco que te manden (en el caso de que lo necesites) y por qué te sugieren ciertos cambios en tu vida.

Prepararse
Una vez tengas información sobre tus síntomas, podrás saber lo que es esperable, es decir, cómo puede evolucionar tu enfermedad. Ir un paso por delante te ayudará a poder controlar ciertos aspectos de tu ambiente y tu conducta que podrían empeorar o mejorar tu pronóstico.
Tú eres quien más sabe sobre ti. Adoptar un rol activo de cara al tratamiento, te ayudará a seguir aceptando esa etiqueta que, tal vez, con el tiempo, veas que no es tan mala como pensabas.

El dolor compartido duele menos
Busca personas de confianza con las que puedas abrirte. Cuenta cómo te sientes y qué necesitas para que puedan ayudarte del modo que a ti te gustaría.

Si todo esto no es suficiente
Si crees que tu círculo de personas no está preparado para darte el apoyo que necesitas, porque sea demasiado doloroso para ellos/as o porque no sepan muy bien qué hacer, si notas que no eres capaz de aceptar tu diagnóstico, que el mundo se te viene encima y no ves una salida. Si no puedes dejar de llorar o no puedes salir de la cama, busca la ayuda profesional.
Pase lo que pase, recuerda: tú no tienes la culpa de tu enfermedad.

Sherezade Márquez Martínez
Psicóloga General Sanitaria ǀ Neuropsicóloga
Col. BI04948


Referencias:

https://www.msdsalud.es/informacion-practica/derecho-pacientes.html

https://medlineplus.gov/spanish/ency/patientinstructions/000601.htm
https://www.apa.org/topics/chronic-illness